jueves, octubre 25, 2007

El Al Gore chileno

El Al Gore chileno

Gino Casassa es una eminencia internacional en el tema del calentamiento global. Experto en glaciares, fue sugerido por el gobierno de Ricardo Lagos para participar en el Panel Intergubernamental de la ONU. La semana pasada fue reconocido junto a otros 2.000 científicos con el Premio Nobel de la Paz. Montañista desde su juventud, hoy trabaja junto a Claudio Bunster en el prestigioso Centro de Estudios Científicos de Valdivia.

Por  Paula Comandari
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Treinta horas sin dormir pasó en abril el científico y experto en glaciología Gino Casassa (49). No estaba en una expedición ni en la cima de un ventisquero, sino en una reunión especial del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) realizado en Bruselas, hasta donde viajó para presentar el informe final sobre el calentamiento de la Tierra.

Las conversaciones fueron extenuantes: debieron convencer a aquellas autoridades que impugnaban muchas de las conclusiones contenidas en las más de mil páginas del documento final. "Enfrentarse al mundo político siempre es complicado", dice Casassa, cuyo nombre, junto a los otros tres científicos chilenos, fue sugerido al IPCC -organismo dependiente de la ONU- por el gobierno de Ricardo Lagos.

Más de dos mil quinientos especialistas participaron en las diversas investigaciones del IPCC, cuyo trabajo, así como el de Al Gore, fue reconocido la semana pasada con el Premio Nobel de la Paz. Casassa no tuvo un papel secundario: fue uno de los 40 "autores líderes" del grupo número dos, integrado por 200 científicos. Entre los aportes de la instancia hubo estudios sobre los impactos del cambio climático, tales como la desaparición de los osos polares, la migración de especies a los polos, el calentamiento de los lagos y la mayor incidencia de enfermedades tropicales.

"Había que hacer un rayado de cancha y poner de acuerdo a especialistas que no tenían nada que ver entre sí. Se generan conflictos por los diversos puntos de vista y algunas estrellas que intentan brillar sobre los otros. Pero es un esfuerzo de concluir algo en conjunto", explica.

Aunque cultiva un bajo perfil, Casassa es uno de los mayores expertos internacionales en temas de glaciología, y trabaja codo a codo con Claudio Bunster en el prestigioso Centro de Estudios Científicos de Valdivia (CECS). Ambos se conocen desde 1995, cuando se toparon literalmente en un glaciar en Patriot Hills, en plena Antártica. Bunster iba en un viaje de exploración de la FACh, y Casassa estaba en la Base estudiando los ventisqueros de la zona. Fue el encargado de darle la bienvenida a quien, cinco años después, se convertiría en su partner de investigación.

Al borde de la muerte

El martes pasado, Casassa y los otros tres que participaron en el IPCC fueron homenajeados en La Moneda por el entonces vicepresidente Belisario Velasco y la ministra de Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte.

Fiel a su sello de científico, apenas concluyó la reunión abordó un avión de regreso al sur. Pero no se dirigió a Valdivia. Su plan contemplaba pasar unos días en Puerto Natales, para capacitar a los guías del hotel Remota en temas de glaciología, una "tarea" que comenzó a desarrollar hace una década en el hotel Explora de la XII Región, donde no sólo dicta charlas teóricas, sino que, además, se encarga de salir con ellos a terreno. "Durante muchos años ser guía de montaña me sirvió para ganarme la vida", dice Casassa.
Amante del montañismo y los glaciares, "el deporte de mi juventud", este ingeniero hidráulico hizo un cambio al egresar de la Universidad de Chile: abandonó el estudio de las aguas para dedicarse al entonces inexplorado tema de los hielos. "Es un área importantísima, porque los glaciares son un componente natural del planeta y se están desintegrando mucho más rápido de lo que pudieron predecir las teorías. Si bien su derretimiento genera agua en el corto plazo, es pan para hoy, pero hambre para el futuro", argumenta Casassa, quien vivió esta transformación influido por el contacto que siempre tuvo con la montaña.

Cuando sólo tenía 10 años su padre solía llevarlo al cerro Manquehue, en Santiago, lo cual, recuerda, era para él como subir el Everest. Años más tarde, no sólo fue parte de la primera expedición chilena a la cumbre más alta del mundo. También escaló otras cumbres de los Himalaya y abrió rutas de ascenso que nadie había recorrido en Perú. "Uno de mis grandes esfuerzos fue subir un cerro del Himalaya en 22 horas, mientras que los alemanes, que habían inaugurado la ruta, lo habían hecho en tres días", cuenta, orgulloso. 

Pero la montaña también lo ha tenido al borde de la muerte. Y aunque salió ileso de un accidente durante una expedición al Cajón del Maipo, en esa oportunidad perdió a uno de sus mejores amigos. Como una suerte de memorial, decidió casarse a los pies de ese mismo cerro. Los 30 invitados debieron caminar cerca de dos horas para asistir a la ceremonia, mientras los novios llegaban en esquís. Desde entonces, su señora comenzó a compartir su pasión: se transformó en montañista, realizó la primera ascensión femenina del Aconcagua y fue la primera mujer en escalar la torre norte del Paine.

Años antes, sin embargo, otro accidente lo había impulsado al estudio científico de los hielos. En los '80 participó en una expedición en la que murieron cinco personas en la cordillera de los Andes, arrastradas por una avalancha. Golpeado por la tragedia, quiso entender más a fondo cómo se comportan las nieves y glaciares. "Salí vivo de milagro, y terminé de convencerme de invertir en un máster en Ciencias", explica.

Con sólo 28 años, se trasladó a la Universidad de Hokkaido, al norte de Japón, donde se inscribió en un organismo altamente especializado en el tema: el Instituto de Ciencias de Bajas Temperaturas. "Recuerdo que afuera de la casa había un metro de nieve. Salíamos esquiando a cualquier parte", afirma Casassa, quien incluso debió estudiar japonés durante seis meses.

Después de realizar un doctorado en la Universidad de Ohio State, en Estados Unidos, Casassa volvió a Chile y se instaló en la Patagonia: durante siete años fue director de Programas Antárticos, académico e investigador de la Universidad de Magallanes.

Las "yayas" de Al Gore

Tres grupos conforman el CECS: los físicos teóricos "con grandes pizarras y grandes cerebros"; los biólogos, quienes realizan todo tipo de experimentos; y el equipo "todoterreno", compuesto por 20 personas lideradas por Casassa y Andrés Rivera, a quienes Bunster les abrió las puertas hace más de cinco años, cuando el tema de la glaciología aún no tomaba fuerza.

Sus rutinas contemplan al menos un recorrido por glaciares cada tres meses. Esos viajes pueden extenderse desde unos días hasta más de un mes.

Gran parte de los recursos se destinan a la glaciología, ya que, por ejemplo, un sobrevuelo de la Antártica puede costar entre US$ 1 millón y US$ 2 millones. Como el presupuesto del CECS es de US$ 2.5 millones anuales, deben lograr acuerdos de cooperación para sus investigaciones. Tienen convenios con la Armada, el Ejército, y ahora cuentan con el apoyo de una empresa logística de Estados Unidos.

Si bien el año pasado no realizaron este tipo de expediciones, tienen agendadas dos para los próximos tres meses: una a la Península Antártica, como parte del Proyecto Bicentenario de Ciencia y Tecnología, y otra aún más al sur.  "Estamos estudiando una de las pocas zonas de la Tierra que se están calentando 10 veces más que el resto del planeta", asegura Casassa.

Varias exploraciones las ha hecho junto a Bunster, y en una de ellas, en 2004, conoció a Ricardo Lagos: el entonces presidente fue el encargado de despedir a la expedición cuyo destino era el Polo Sur. Además, dice, "tuve la oportunidad de viajar junto a él a la reinauguración de la Base O'Higgins en la Península Antártica, donde nos brindó una comida a un grupo de científicos". Aunque no ve a Lagos con regularidad, se encarga de enviarle copias de los diversos trabajos que desarrollan en el centro.

- Usted ha dicho que Ricardo Lagos es un converso.
- Porque si vemos su gestión, sobre todo en los primeros años, no podemos decir que fue un gobierno consciente y defensor del medio ambiente. Así como en algún minuto de mi vida yo comencé a creer en Dios, ahora creo que nuestro "Capitán Planeta" realmente se está creyendo el cuento.

- Se especula mucho respecto de los efectos del calentamiento global. ¿Cuánto efectivamente afecta a Chile?
- En cuanto a temperatura, tenemos una situación un poco beneficiosa en el sentido de que estamos en el hemisferio sur, donde el océano tiene un rol moderador. Por lo tanto, en Chile el aumento de la temperatura ha sido relativamente menor. En la costa de Concepción y Puerto Montt incluso ha habido periodos en que se ha medido un enfriamiento. Lo complicado es en la zona alta de la cordillera -donde ocurren los glaciares-, porque se está calentando más la atmósfera.

- ¿Considera entonces que ha habido alarmismo?
- Sí, en todo el planeta, incluso al nivel de atribuir el cambio climático sólo al hombre. Por ejemplo, este año, que hay un suave ciclo de la niña con temperaturas frías, inmediatamente la gente dice que esta situación es inédita y que somos nosotros los que estamos destruyendo la Tierra y afectando el clima. Hay que tener un poco de cuidado con eso.

-¿La situación no es tan crítica como se presenta? 
- No, ésa es una de las labores que tuvimos como Panel: analizar todo lo que se ha publicado en los últimos seis años en el mundo científico y ver qué antecedentes son suficientemente robustos como para decir que son consecuencia del cambio climático.

- El propio Claudio Bunster ha señalado que el tema se ha politizado. ¿Cómo lo ve usted?
- Creo que hoy todo el mundo se sube al carro de la victoria, porque es políticamente correcto ser un creyente del cambio climático y defensor del medio ambiente. Pero eso sucede porque ahí están los votos: la ciudadanía se sensibilizó y se alejó de los escépticos. Yo veo que hay dos extremos. Por un lado, los escépticos, como las empresas a petróleo que financian ciencias para descubrir argumentos que estén en contra de la tesis de que estamos afectando el clima. Por el otro, las organizaciones ecologistas medioambientales que atribuyen todo a la actividad humana. El panel es criticado por ser muy conservador, pero estamos entre esas dos posturas.

Aunque Casassa no conoce personalmente a Al Gore, analizó en detalle su documental "Una verdad incómoda". En lo fundamental está de acuerdo con sus planteamientos y su forma de presentar la evidencia científica. Sin embargo, argumenta que encontró un par de "yayas" en el filme: "Hay impactos que no son directamente atribuibles al cambio climático, sino que son variabilidades naturales del clima, como, por ejemplo, cuando dice que los glaciares de Kilimanjaro, en África, están disminuyendo, lo que no está comprobado y aún es parte del debate en el mundo científico".


fuente: copypaste de Revista QuéPasa