domingo, octubre 28, 2007

El talibán verde

El talibán verde

Este domingo se lanza, en la Feria del Libro, "Tompkins, el millonario verde", la primera biografía del ecologista, escrita por el periodista Andrés Azócar. Nuestro columnista leyó el texto y en estas líneas entrega su visión del personaje y su ideario: "La ecología profunda no es como el socialismo renovado. Ni siquiera como el leninismo. Está cerca de Khomeini, de Torquemada y de la Santa Inquisición. Y por eso hay que tomarlos en serio, y combatirlos para que nunca se hagan fuertes".

Por César Barros
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Termino de leer en Puerto Varas, el nuevo libro: "Tompkins: la Historia de un Guerrero Verde", del periodista Andrés Azócar.
Un amigo salmonero (full disclosure: soy presidente de la asociación de productores de salmón, SalmónChile) me cuenta que se sentaron una vez a conversar con Douglas Tompkins, a ver si podían llegar a una especie de "entente cordiale". ¿Qué deberíamos hacer como industria -preguntó un ingenuo empresario- para que le resultara a usted menos ofensiva?

"Nada -dijo en forma enfática el norteamericano-. Su industria debe desaparecer y punto".

La anécdota ilustra bien el carácter del héroe de este libro: un emprendedor notable, un talibán de la ecología profunda, con una gran capacidad para hacerse de enemigos en Chile.

El libro va a ser interesante para su multitud de enemigos, entre los que se cuentan la Iglesia Católica, los pobladores y colonos de Chaitén, el empresariado chileno, la Democracia Cristiana en masa y, como si fuera poco, gran parte de la comunidad ecologista. Es como todas las tribus de Israel juntas.

Cualquiera se habría asustado: pero este deportista obstinado, californiano de alma y profeta iluminado, ha tenido la misma mística, la misma perseverancia y la misma frialdad que tuvo San Pablo predicándole a los romanos. San Pablo llegaba a una ciudad que le era bastante ajena, con una población politeísta, a transformar la manera de pensar de sus ciudadanos, volcándolos hacia el judaísmo, el monoteísmo, la caridad y el amor. En una sociedad que era justamente lo contrario de eso. Y para hacerlo no dudó un minuto en enfrentar poderes fácticos, intereses creados, y mandar a la muerte a sus seguidores para ir fabricando a los mártires de su causa.

Tompkins se crió en California, donde fue playboy, deportista notable y luego empresario exitoso. De ahí debe haber sacado la conclusión -más o menos correcta- que en este mundo, cuando uno tiene suficientes ganas, las cosas se van dando por sí solas. Un voluntarismo muy norteamericano. El mismo que lo llevó a creer que en Vietnam saldrían victoriosos, porque tenían mejores armas, bombas de napalm, y marines bien entrenados. Y lo que llevó ahora a George Bush a querer transformar una sociedad islámica en una democracia occidental.

En este caso en Chile, Douglas Tompkins luchó y al final logró, aunque fuera parcialmente, sus objetivos conservacionistas extremos. Y en el camino se encontró con la Iglesia, que lo condenó por panteísta y abortista (si bien Tompkins ha negado esto último, el libro lo deja como si hubiera sido una movida estratégica solamente, pues toda su vida habría sido "pro life").

También se encontró con la DC en masa: su peor enemigo, Belisario Velasco, quien lo habría atacado sin piedad desde su Subsecretaría en el gobierno de Frei, hasta ahora con Bachelet; pasando por el ex presidente Frei, el ex senador Gabriel Valdés, intendentes, gobernadores y alcaldes, senadores y diputados. Pero no fue sólo la DC. Estuvieron en su contra senadores y diputados de la UDI y de RN, del Partido Socialista y del PPD.

Su único apoyo político lo logró gracias a sus contactos con el círculo íntimo de Ricardo Lagos: el doctor Hernán Sandoval. Y aun así, cuando le preguntaron en The Clinic qué opinaba sobre el gobierno de Ricardo I, dijo sin empacho: "... en términos políticos, lo encuentro muy inteligente. Tiene la capacidad de entender que es el modelo económico y el crecimiento sin fin lo que ha llevado al abismo del cambio climático... pero respecto a sus políticas de crecimiento, él no es distinto de Pinochet, Aylwin o Bachelet. Todos son iguales: crecer, crecer y crecer..."

Para qué decir con los empresarios. Se ha peleado con la industria del salmón -sin éxito hasta ahora- y con los de la madera. Con los de la electricidad de antes, y ahora con los que pretenden represar los ríos de la región de Aysén.

Y como si fuera poco, está peleado con una buena parte de la comunidad ecologista criolla. Éstos pensaron -ingenuamente- que al llegar un multimillonario a sus filas, les llenaría los bolsillos a sus escuálidas y famélicas ONG. ¡¡¡Grave equivocación!!! Tompkins es un empresario aguerrido, y no un repartidor de dádivas así nomás. Tiene una visión muy especial sobre lo que debe y no debe hacerse en términos de actividades ecológicas. Y su agenda parece estar en primer, segundo, tercer y hasta vigésimo lugar antes de las prioridades de los Terram, Oceana, y otras entidades criollas. Según el libro, a Marcel Claude le dio el adiós con un duro mail que terminaba diciendo: "Los que peor me caen son los economistas, y los que mejor me caen son los ecologistas...". Todo "un cumplido" para el economista, ex jefe de estudios ambientales del Banco Central de Chile.

Y según el libro, estaría alejado de su aliada de toda una vida en Chile -Sara Larraín- por un malentendido financiero. Y también de sus primeros colaboradores, y de la familia que primero lo acogió en el sur de Chile.

El libro es en parte un ejemplo para quienes se desaniman frente a los poderes fácticos chilenos. Y un cumplido a su abogado y "consigliere": Pedro Pablo Gutiérrez, sin cuya ayuda -según el libro- nada habría podido lograr. Para quienes conocemos a Pedro Pablo, el libro no miente: es mejor arrancarle cuando es contraparte legal. Lo que no sabíamos era su capacidad de "lobby": nunca se deja de aprender cosas nuevas de los amigos.

Otra parte interesante son los orígenes políticos del actual ministro del Interior, Belisario Velasco, quien muy joven -y, según el libro, por sus conexiones familiares con el general Ibáñez- conoció y amó la región de Aysén como pocos. Dice el libro: "... a Velasco -de apenas 18 años- le encomendaron la labor política. Esto significaba que debía recorrer a caballo la zona, escribiendo chilenismos como 'vote por pico' o 'vote por el caballo' ( sobrenombre del general Ibáñez). Velasco ha comentado que aún después de 50 años ha descubierto algunos de esos rayados...". Y fue ese conocimiento profundo, más su íntima relación con los colonizadores de la zona, lo que lo constituyó -según el libro- en el peor escollo de Tompkins en Chile.

Todo esto -el libro- parece ser el preámbulo para la que podría devenir en "la madre de todas las batallas" de este talibán ecológico: la vida o la muerte de las centrales hidroeléctricas de Aysén. Enersis y Colbún, prepárense a una lucha sin cuartel de un guerrero religioso, cuya única falta -que no es menor, por cierto- es su enorme facilidad para hacerse de enemigos y deshacerse de sus amigos.

Y, chilenos todos, Dios nos libre que algún día lejano, mentes sin intenciones de negociar ni de convencer, ni de ceder un ápice en sus posiciones, lleguen al poder en Chile. La ecología profunda no es como el socialismo renovado. Ni siquiera como el leninismo: está cerca de Khomeini, de Torquemada, y de la Santa Inquisición. Y por eso, hay que tomarlos en serio, y combatirlos para que nunca se hagan fuertes.

fuente: copypaste de revista quepasa.cl